lunes, 21 de marzo de 2016

Cuando se pierde la magia

Los primeros cuatro años también se conocen como la de “los años mágicos”, en que el cerebro del niño está lo bastante desarrollado como para imaginar historias fantásticas pero no es lo bastante complejo como para razonar de la forma en que lo hacen los adultos, 

Hay muchas cosas que los niños pequeños no están preparados para entender sobre el mundo que los rodea. Consecuentemente, “llenan esos vacíos o esos huecos”, inventando sus propias explicaciones mágicas sobre cómo funcionan las cosas. A medida que se van desarrollando, empiezan a entender el funcionamiento básico de las cosas (“Si aprieto este botón, el poni saltará fuera del establo”). Adquieren esta información y la combinan con su inmensa imaginación, desarrollando ideas fantásticas sobre por qué y cómo suceden estas cosas. El juego simbólico (jugar a ser otra persona) permite que los niños practiquen nuevos roles (como el de un superhéroe, una princesa, un animal salvaje y hasta un padre) y que aprendan a solucionar problemas de una forma creativa. Pero también les ayuda a afrontar otro obstáculo propio de los años de preescolar: las emociones fuertes. Su hijo puede “castigar” a sus muñecas a quedarse solas en la habitación o bien regañarlas por acciones similares a las que él ha cometido antes. O se puede inventar un amigo imaginario (que se porta mucho peor que él) para ayudarle a afrontar sus sentimientos de culpa y de remordimiento tras un episodio donde haya perdido el control, como cuando pega a un compañero de clase en el colegio. El autocontrol es una habilidad difícil de aprender, y el juego simbólico ayuda a los niños a practicarlo, así como a expresar la frustración que puede generar. 

Algunas de las formas de favorecer el mundo de la fantasía en su hijo son:

  • Siga su juego y fantasía.
  • Escoja juguetes “pasados de moda”. 
  • Limite el uso de juguetes electrónicos. 
  • Léale  para estimular y favorecer el lenguaje.
  • Planifique tiempo libre para que juegue por su cuenta. 
  • Limite el tiempo que pasa delante de una pantalla. 
Oh!, poco a poco esa magia desaparecerá. Será un momento agridulce. El cerebro se está desarrollando y ha hecho las conexiones necesarias para procesar el mundo utilizando un pensamiento más complejo. Por lo tanto, la forma en que el niño creía que funcionaba el mundo deja de ser la forma en que funciona realmente.  Esta época  denominada “la edad de la razón” es también la etapa en que los niños empiezan a formar su conciencia, a distinguir entre el bien y el mal y a actuar no solo por impulso sino porque algo es lo “correcto”.


(Modificado de KidsHealth)