sábado, 20 de octubre de 2007

Quien va a Sevilla...

¡Oh, maravilla de las maravillas!. Me quedo pasmado de la elegancia y urbanidad de los papás cuando vienen con adolescentes o jóvenes a mi consulta. Antaño siempre se dejaba sentar a los más mayores siempre antes que a los jóvenes. Eso ahora es impensable. En el metro se ponen los pies en el asiento delantero, si hay una mujer embarazada nadie le deja sitio y si es un anciano o anciana ni se les mira. Si la embarazada es joven y guapa la mirarán pero no se levantarán para que repose durante el trayecto con bamboleos y frenazos aunque sea largo. La vida ahora está así pero cambiará algún día, no lo duden.

Decía que me maravillan porque en cuanto entran en mi despacho los papás y dos jovenzuelos inmediatamente éstos se sientan en las dos sillas que tengo enfrente de mi mesa y…¡los padres se quedan de pié sin decirles nada!. Yo dirijo mi penetrante mirada “casi asesina” y hago un ligero movimiento con mi testa para darles a entender a los “pájaros” espachurrados en el asiento que se levanten y dejen sentar a los papás que al fin y al cabo son sus progenitores y les mantienen. Pero no: ni mi mirada poderosa ni mi gesto imperativo les inmuta. Siguen repantigados en el asiento.

Entonces hablo. Mi potente y a la vez viril voz les dice: “Os importaría dejar sentar a vuestros padres”. Es entonces cuando me da el soponcio: “No se preocupe, doctor, nosotros ya estamos bien de pié” dicen sus padres. Y los mequetrefes siguen sentados mientras yo hago la historia clínica con un moviendo de asentimiento que me descuajeringa el cuello. Tengo que ir moviendo la cabeza desde papel donde escribo hasta la cara de los padres que están de pié cerca de mí y si los padres son muy altos…


En un tono zumbón les digo a los gentiles papás: "Parece que empiezan a dominar situación, ¿no es cierto?" . Los papás listos cazan mi indirecta...

viernes, 19 de octubre de 2007

¿Tienen ustedes fobia a la fiebre?

La fiebre en los niños es una de las causas más frecuentes de visitas a urgencias y de llamadas telefónicas al pediatra por parte de los padres. Se estima que aproximadamente un 30% de las visitas al consultorio son por dicha causa y un 50% de las llamadas tienen como objetivo principal hablar acerca de que que hay que hacer.

El organismo es muy "sabio" y es capaz aumentar de temperatura durante la enfermedad como un mecanismo de defensa. La fiebre lucha contra la infección disminuyen la reproducción de virus y bacterias. También se sabe que el efecto bactericida (capacidad de producir destrucción bacteriana) de los antibióticos aumenta durante la fiebre. Por tanto sus efectos parecen mas beneficiosos que peligrosos y solo se debería tratada en circunstancias determinadas.

Hace años el Dr. Schmitt describió la “fobia a la fiebre” para describir la ansiedad y los peligros percibidos por los padres, abuelos y también en muchas ocasiones por los mismos médicos y enfermeras con respecto a la fiebre y sus consecuencias. Ello conlleva el uso excesivo de antitérmicos.


Para resolver sus dudas les recomiendo que asistan a la charla, gratuita, para padres y educadores del Profesor Rafael Jiménez, Catedrático de Pediatría. Avisen a sus amigos y aprovechen la ocasión. Saldrán dominando todo cuanto se relaciona con la fiebre en el niño. Llamen para apuntarse ya que las plazas son limitadas. Se hará en el auditorio del Hospital Sant Joan de Déu.


jueves, 18 de octubre de 2007

¿Su hijo es agresivo - tiene mala uva?

Algunos niños son agresivos por naturaleza (o “de fábrica”). Esta -mala uva- se suele manifestar hacia los 2 años de edad. Esta agresividad no hay que confundirla con los llamados “terribles dos años” o lo que yo llamo la primera adolescencia en la que son oposicionistas, desafiantes y negativistas. Los niños agresivos quieren controlar absolutamente todo lo que ocurre a su alrededor. Cuando no consiguen lo que quieren, transforman su energía en violencia, dando patadas, puñetazos y mordiscos a diestro y siniestro.

¿Le parece que su hijo se comporta así? En tal caso, deberá vigilarlo muy de cerca y fijarle unos límites firmes y consistentes: Permítale canalizar su energía en forma positiva a través del ejercicio o juegos que impliquen una gran actividad física (¿la nueva Wii?). Y, cuando se relacione con otros niños no le quite el ojo de encima para evitar problemas graves con rechazo de los demás y no olvide elogiarlo cuando no provoque conflictos. Creo que ya expliqué un sistema de mejorar el comportamiento llamado “péscalo en un buen momento”. Si ni lo he hecho me lo dicen y se lo explicaré otro día.

En algunas familias se fomenta la agresividad, sobre todo en los varones. Los hijos han de ser “duros y machotes”, lo que el niño interpreta que debe comportarse como un “pistolero del Oeste” pero pegando o mordiendo para ganarse la aprobación de los padres y dominar el entorno.

En otras familias, pacíficas y pacifistas, a estos niños les aterroriza pensar que es un mal presagio para el futuro y preludio de delincuente o un “capo di mafia”. Para controlarlo y creyendo que tienen que frenar esto lo antes posible, ellos que son la calma personificada, emplean “mas mano dura” y lo castigan o pegan para que aprenda. Sin embargo, al niño que se le trata con agresividad es posible que “interiorice” que esa es la forma correcta de comportarse frente a los demás cuando se enfadan con ellos. Paradójicamente unos padres pacíficos pueden reforzar la agresividad del niño


La mejor manera de enseñarle a controlar sus impulsos agresivos es actuar con firmeza y coherencia cuando se porte mal. Además el comportamiento de los padres debe ser de ejemplo para é y sus el se sus hermanos. Lo gordo es que muchos padres no saben como hacerlo y yo les recomiendo encarecidamente que vean, estudien, repasen, reciten de memoria a la Supernanny inglesa (es muy buena y reconocida por la Academia Americana de Pediatría)



miércoles, 17 de octubre de 2007

Y yo con estos pelos…

Ayer por la tarde vino a la consulta una de esas mamás encantadoras y divertidas. Hace años que nos conocemos. Una delicia. Un día acudió a la consulta con la niña con los pelos tal como se ven en la foto. Me quedé pasmado. ¿Había metido los dedos en un enchufe eléctrico? ¿Se había puesto debajo de un secador aspirador? ¿Quizás se había puesto toneladas de gomina? ¿Se había echado Viagra en el pelo?

Misterio. Nada de lo que he expuesto había ocurrido. ¿Cómo podía ser que se le hubieran puesto los pelos como un erizo?. Si se la intentaba peinar el pelo inmediatamente volvía a la “erección” anterior. Todos los intentos eran vanos; su pelo seguía enhiesto como un cepillo de calidad. La verdad es que casi te impulsaba a quitarte un zapato y limpiarlo con estas cerdas tan originales.

Confieso que aunque mi amigo el alergólogo, ahora en el lecho del dolor por tener un pedrusco donde no tocaba, me llama en coña marinera “Kalikatres sapientísimo” yo no tenía ni idea de lo que le ocurría al pelo de la niña. Recurrí a un sabio dermatólogo y me hizo el diagnóstico “Síndrome del pelo impeinable”. Pensaba que se había echado un farol pero no; existe. Es transitorio, no tiene importancia y se cura solo. Y es cierto, ahora como “disen” en los doblajes sudamericanos su “cabellera luse esplendorosa”. Además, es una brillante escritora.

Yo tengo otra variedad del "Síndrome del pelo impeinable" que es la más frecuente entre los hombres. La calvicie hace sus estragos. Llego tarde para un tratamiento de recuperación Svensson. Ventajas: a menos pelo, más cómodo.

martes, 16 de octubre de 2007

Ojala los padres supieran distinguir más entre alerta y alarma

¿Por qué digo esto? En la consulta no me canso de explicar a los papás que son conceptos bastante diferentes. Cuando un niño, por ejemplo, se pone enfermo, tiene fiebre, dolor de cabeza de barriga o parece tener un retraso psicomotor es conveniente distinguir entre los síntomas de alerta y los síntomas de alarma. Cuando se confunden o no se tienen claros estos conceptos los padres se asustan van a urgencias a engrosar el volumen de gente en las salas de espera de los servicios de urgencias, exigen que se hagan análisis, radiografías, resonancias magnéticas u otras pruebas médicas cuando les parece que el niño no está bien y en realidad sólo tiene síntomas de “alerta”.

Curiosamente en inglés no se puede hacer ninguna distinción entre el término “alerta” y “alarma”, ambas se expresan como “warning”. Por eso esta palabra responde al mismo concepto, ambas entrañan la idea de una viva emoción, ocasionada por un acontecimiento imprevisto. Sin embargo, tenemos la suerte de que en español difieren fundamentalmente en cuanto a la antelación con que se nos avisa. La RAE define la alerta como situación de vigilancia o atención y la alarma como señal que avisa de un peligro inmediato.


Para aclarar la diferencia entre “alerta” y “alarma”, el ejemplo sencillo del semáforo es útil: la primera de ellas es la luz amarilla (alerta) y la segunda la luz roja (alarma). En términos militares "Al arma" significaría ir a buscar las armas, cogerlas y prepararse para actuar inmediatamente mientras que la alerta no nos indica correr o ir rápido.


En pediatría son mucho más frecuentes las situaciones de alerta que de alarma y se dan muy pocos casos, excepto en los accidentes, en que haya una alarma sin una alerta previa. LO IMPORTANTE ES VALORAR BIEN LOS SÍNTOMAS DE ALERTA ya que implican la detección y aviso para estar preparado para actuar.

La fiebre en el niño, hablar o andar más tarde, tener dolor de cabeza o de barriga, ser muy movido y muchos otros son síntomas de alerta. No hace falta correr, da tiempo a pensar, razonar, hacer un buen diagnóstico diferencial y escoger la estrategia de tratamiento más adecuada. Los casos de alerta no suelen acompañarse de más síntomas: sólo duele la cabeza o la barriga, la fiebre baja con antitérmicos pero el niño tiene "buena pinta"...

La fiebre, síntoma que más preocupa a los papás, no es más que un signo de alerta. El niño muchas veces está aceptablemente bien, responde a los antitérmicos y sigue activo. En ente caso no hay que correr a urgencias. Esperar y ver es una buena elección antes de acudir a urgencias en donde el médico de guardia es más que probable que no le encuentre nada todavía. Los cirujanos cuando sospechan una posible apendicitis dejan al niño en observación y se ponen en "expectación armada" - vigilantes pero con el bisturí a punto y bien afilado-por si es necesario intervenir.

No se alarmen, pero estén alerta.



lunes, 15 de octubre de 2007

¿Yo fui “hijo de papá”? Dedicado a Inés.

En el Congreso al que acabo de asistir he vuelto a ver una pediatra que me recordó una conversación que tuvimos respecto a la profesión de nuestros padres y la sensación que teníamos de pequeños y que, cuando aún hoy la comento, sigue causando una reacción extraña de admiración – envidia - ¿resentimiento?

Hace años, tras la depresión de la Guerra Civil, empezó a resurgir la economía y la burguesía. Los ricos no llegaron a perder sus propiedades o supieron cuidar sus riquezas y progresivamente algunas profesiones iban teniendo más relevancia y respeto. Una de ellas era ser notario. Dicha relevancia fue creciendo hasta casi ser sinónimo de un estatus del que carecían otras profesiones: seriedad, consejo, rectitud, honradez y reconocimiento social. Durante años se mantuvo este estatus pero fue cambiando y llegó a ser sinónimo de rico o de ganar mucho dinero. De pequeño fui a un colegio “elitista” en aquellos tiempos; iban los hijos de familias acomodadas entre los que se incluían empresarios, políticos, militares y burgueses. Era un colegio de “pijos” .Ir allí, aparte de la calidad de la enseñanza, representaba un símbolo de orgullo ir a un lugar tan destacado. Sin embargo, ser alumno del Colegio de San Ignacio en Sarriá-Barcelona también marcó a muchos como "hijos de papá": hijos de ricos o de personajes acomodados.

Dependiendo del entorno con quien estuvieras decir que eras hijo de notario daba cierto reparo para no avergonzar a los menos favorecidos o para no recibir las burlas de que “¡Ostras! tu padre gana mucho dinero sólo por firmar”. Sin embargo, mis padres me educaron con austeridad, respeto a los demás, y sin ninguna clase de prebendas. No era un “pijo” aunque estaba rodeado de ellos. Iban a esquiar a la Molina, compraban la ropa en Gales o Gonzalo Comella, los zapatos más “last” eran una especie de Sebagos que se vendían en una tienda llamada Pedrerol y Bofill, hoy desaparecida. A mí ponían remiendos de cuero como rodilleras y coderas, ahora de moda, pero vergonzosos en aquella época.

Yo pensaba que era un bicho raro al pensar así. Con el tiempo este “reparo” desapareció pero en el hospital me ocurrió una anécdota que me retornó a mi juventud. Una residente muy agraciada, elegante y muy bien preparada, era muy reservada. Un día, cuando era R1 (novata total) me confesó que había vivido en diversas zonas de España. Eso ocurre en muy pocas profesiones. Fundamentalmente son militares, registradores, jueces y notarios. Yo le comenté que me había pasado lo mismo. Pasé por Cangas de Morrazo, Montblanc, Rubí, San Cugat y Barcelona ya que mi padre había sido notario. Abrió los ojos como platos y pareció muy aliviada: “Mi padre también lo es pero me da reparo decirlo, tienen fama de ganar mucho dinero sólo por firmar papeles”. Los dos sabíamos perfectamente que para llegar a ser un buen notario había que estudiar duro, hacer unas oposiciones dificilísimas y pasar hambre en los primeros destinos.


Como todo en la vida, muchos notarios han deshonrado su profesión – recuerden el caso Malasia en Marbella- pero otros siguen siendo no sólo notarios sino consejeros, como hacía mi padre, ayudando y aconsejando sobre problemas antes de que se produjeran.


Doctor, que tiene que ver esto con la pediatría. Nada. Sin embargo, todos tenemos en el fondo de nuestro corazón alguna vivencia olvidada que vuelve como si estuviera pasando ahora mismo. Te deseo toda la suerte del mundo, Inés, hija de notario.

domingo, 14 de octubre de 2007

Traumatismo craneal (golpe en la cabeza). ¿Que hacemos?

Ya es sabido que hay niños pequeños que son osados, atrevidos y que no temen a nada. Unos salvajes, vamos- No paran quietos, se pegan algunos porrazos de “órdago”y parecen resistir como "Panzers" de la Segunda Guerra mundial. La mayoría suele ser niños fornidos como los jugadores de rugby europeo con su barriguita cervecera. Como el rey Atila, la hierba ya no crece por donde han pasado sus pies.

En cualquier caso los traumatismos craneales son el pan de cada día en todo tipo de niños/as y para muestra un botón. Unos padres me llaman porque su hijo de ha dado un trastazo en la cabeza y otros ya van directamente a un servicio de urgencias pediátrico asustados por sus posibles consecuencias. ¿Cuando hay que preocuparse? La mayoría suele ser casi siempre banales pero no están exentos de riesgos o incluso de graves complicaciones como hemorragias cerebrales. ¿Nunca se han dado un susto por un accidente de este tipo con su hijo/a? Hay muchas recomendaciones para saber como actuar pero en el momento del golpe muchos padres “pierden el oremus” y se quedan como bloqueados. Hay que reconocer los síntomas de alerta y alarma de un traumatismo craneal para saber como actuar Si pulsan aquí encontrarán unas recientes recomendaciones del Departamento de Salud norteamericano. Como verán esta descrito en español bajo el término poco conocido por los papás de concusión.


Lo mejor, como siempre, es procurar estar alerta. Prevenir es mejor que curar.